Bien, ya cerrè mis ojos.

¿Y que es la vida sino tropezar, aprender y levantarse? El ser humano tiene como defecto ver únicamente lo malo, sin darse cuenta que detrás de eso, siempre hay algo mejor. Siempre se estanca en las desgracias, en la mala suerte, y no le permite a sus ojos ver lo hermoso que es equivocarse y lo divino que es fracasar. Porque sin darse cuenta, a medida que uno fracasa también triunfa, y cuando pierde, también gana. Es sólo que uno siempre ve lo que quiere ver, y no se da la oportunidad de ver más allá de lo que ven sus ojos. Es así, la vida es una caída constante que viene de la mano con el poder de levantarse. Y levantarse, tarde o temprano, es la más grata satisfacción. Estoy pensando seriamente en correr el riesgo de perderme, para ponerme a prueba. Quiero perderme para ver si más adelante puedo encontrarme. En realidad, tal vez lo que quiera hacer, es encontrar mis límites. Es saber hasta dónde puedo llegar y hasta dónde no. ¿Será verdad que algunos mueren por amor? ¿Estarán en lo cierto aquellos que dicen que extrañar es normal? Y últimamente me puse a pensar que debería dejar de darle tanta importancia al futuro, si de todas formas, tarde o temprano, va a llegar. Cuando lo espere, o cuando no lo espere, va a estar enfrente mío … ¿Entonces para que esperar con ansías algo que no puedo manejar y que es inevitable que se acerque a mi? Quiero vivir el presente, el hoy, el minuto a minuto, y dejar que las cosas sigan el curso que tienen que seguir. No sirve estancarse ni quedar varados en el medio de la nada, todo es cuestión de seguir caminando, de mirar hacia adelante, y levantar la cabeza las veces que sean necesarias. ¿Rendirse? No está en mis planes y no debería estar en planes de nadie. Enfrentar los problemas es más saludable que escapar de ellos. Luchar por lo que uno quiere es más gratificante que bajar los brazos. Hablar con el corazón es más útil que sentir con la cabeza. Y vivir, vivir es definitivamente, mucho más hermoso que dejarse morir en vida.